martes, 24 de marzo de 2009

Limpiando el Sahara



A lo largo de los 2 mil 700 kilómetros que abarca “el muro de la vergüenza”, que dividiendo el territorio del Sahara Occidental desde 1976 impide el retorno de fugitivos saharaui junto a sus familiares, se extiende una porción de desierto considerada como el mayor campo minado del mundo. Este muro es construido en 1975 separando el territorio del Sahara Occidental que es ocupado aún por Marruecos, del territorio que fue recuperado por el Frente Polisario, un grupo militar que protege a los sobrevivientes saharaui que viven en campos de refugiados desde hace 30 años.
Chaia, Mariam y Toufa son tres jóvenes y orgullosas mujeres saharaui que trabajando junto con la ONG Landmine Action dedican sus vidas a la peligrosa tarea de buscar y limpiar estos territorios de las 10 millones de minas antipersona, bombas de racimo y otros materiales altamente explosivos que se ocultan bajo la arena y amenazan la vida de las personas que transitan por las cercanías. Desde que comenzó el proyecto de esta ONG en 2006 se han registrado 4 accidentes causados por las explosiones, el más grave fue el caso de Salek un pequeño niño de 14 años quien murió dejando a su hermano Said gravemente herido.
Movidas por la necesidad de proteger a su gente, por evidenciar su derecho a transitar libremente y construir un territorio menos hostil para lograr demostrar a la ONU que el pueblo Sarahaui es digno de un debido reconocimiento, es por lo que estas tres mujeres dejan su familia detrás y se arman de chalecos y máscaras que soportarán bajo extensas horas de caminata e insolación día con día. Junto con ellas, otras 30 personas más conforman esta ONG trabajan sin descanso por meses seguidos limpiando el desierto de basura metálica dejada por la reciente guerra, haciendo aún más complicado el trabajo de ubicar el verdadero material explosivo, se calcula que con suerte se logran limpiar 50 metros cuadrados de minas por día.
El caso de Chaia, Mariam y Toufa es emblemático pues transmite en parte los ideales en la cultura saharaui en la que se aboga por la igualdad de hombres y mujeres, y si bien no se descarta la enemistad que se sigue teniendo contra Marruecos “invasor”, si se apela a hacer la paz y no la guerra, a buscar otras maneras de lograr que tanto la ONU y como otros países que se rehúsan a legitimar su independencia se den cuenta que la situación precaria de estas personas no les impide mantener su espíritu positivo y la ferviente creencia que una persona o en este caso 30 pueden hacer la diferencia
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